viernes, 21 de julio de 2017

Armando Almánzar y el cine criollo

A continuación nos permitimos reproducir el artículo de José Alfredo Guerrero, publicado en Acento.com.do, en el día de hoy, sobre la posición de Armando Almánzar ante el cine hecho en el país.

"Sus últimos años tuvieron que ser de espanto viendo un país pobre cubriendo la factura de todo proyecto cocinado en microondas para aprovechar ventajas fiscales. 



José Alfredo Guerrero"Armando era un abanderado de la originalidad y la calidad en todas las facetas de una producción cinematográfica, mejor dicho, del intento de crear una obra de arte.  Producción es línea de ensamblaje, cortar, limpiar y empacar las pechugas como la piden los restaurantes de comida rápida.  Eso funciona para esos bienes que van a saciar necesidad urgente y primaria como el Plato del Día.  No concebía ese modelo industrial para ofrecer a las masas películas para disfrutar horas de ocio.  Aspiraba para todo público un menú de platos gourmet. Podía dar decenas de ejemplos de buen cine hecho con presupuestos altos, medios y exiguos.  De ahí su amarga crítica al cine comercial, simplón, repetitivo y alienante de los magnates de Hollywood.
"El DominicanWood engendrado por la Ley de Cine se caracteriza por ese modelo que despreciaba.  No hacía concesiones a películas malas porque fueran de producción nacional. Daba espaldarazos entusiastas a las excepciones donde la calidad hacia presencia: en los raros casos era así para la película en su conjunto o cuando sólo alcanzaba una faceta del incordio tenía que ver hasta el final por consideración a sus lectores.

lunes, 17 de julio de 2017

Armando Almánzar Rodríguez In memoriam

Publicado el: 14 julio, 2017

Armando Almánzar Rodríguez fue un narrador emblemático de la llamada Generación del 60, quien comenzó su brillante carrera de narrador al ganar con “El gato”, su cuento más representativo y antologado, junto a Miguel Alfonseca y Abel Fernández Mejía, aquel Primer Premio Exaequo en el Concurso de Cuentos de la agrupación La Máscara en 1966, con un jurado de lujo encabezado por Juan Bosch, Héctor Incháustegui Cabral y Máximo Avilés Blonda.
Desde entonces, con una constancia ejemplar y paralelamente a su notable carrera de crítico de cine, no cesó de escribir y publicar libros de cuentos y algunas novelas.



Carta de despedida a Armando Almánzar R.

Querido Armando:

Hoy más que nunca quisiera que la vida fuera cine; que terminadas estas palabras de despedida algún director dijera: “Corte, se imprime!,” y te levantaras del ataúd, hecho de cartón piedra como el resto del decorado donde actuamos, e hicieras uno de tus chistes malos sobre Dios, Odebrecht o el calor infernal que produce estar embutido en un estuche seis pies po runo; que luego te dirigieras a tu trailer a repasar el guión entre martinis y aceitunas y te prepararas mentalmente para la próxima escena, que seguro rodaríamos en la penumbra de una sala de cine, o en el estudio atiborrado de libros donde escribes cuentos y críticas, o en la cómodas ala de estar donde ves una serie policíaca, con Patricia a un lado y Toby a tus pies.

Créeme, amigo, daría cualquier cosa porque fueras el Clint Eastwood que muere por primera vez a manos de una pandilla en Gran Torino, pero solo para que a continuación te levantes, te sacudas el polvo de la ropa y te limpies la sangre sintética que brota de tu pecho y tu boca. Pagaría lo que no tengo porque fueras Butch Cassidy y se cumpliera lo que hemos sospechado todos estos años de que el vaquero sobrevivió junto a Sundance Kid a la lluvia de tiros que se escucha sobre el plano congelado que cierra la película. Es más, haría el sacrificio de inscribirme en un partido político, con todo el riesgo reputacional que tal imbecilidad conlleva, con tal que te quedaras con nosotros aunque sea en las condiciones del Jean-Dominique Bauby de La escafandra y la mariposa, moviendo solo un ojo, !pero vivo y consciente!, para indicarnos con un pestañeo si la película es buena, con dos si es mala, con tres si es pésima, y con cuatro si es de Jimmy Sierra.

Sin embargo, querido amigo, creo que esta veza parecerá el The End inexorable y pondrán los créditos. No serás un doble que podremos dejar olvidado, como en una de tus macabras historias, en el nicho del cementerio mientras nos vamos a Casa de Teatro a evaluar los cuentos de un concurso o a escuchar la más reciente aventura de Freddy (Ginebra). Eres el protagonista de esta obra y el productor no acepta sustituciones. Como ves, el cine, igual que la vida, tiene sus límites.

Pero antes de que enciendan las luces de la sala y se escuchen los ruidos del proyeccionista que rebobina la cinta, quiero darte las gracias por enseñarme a ver buen cine y por mostrarme cómo se escriben cuentos geniales; por convencerme, a través de tu ejemplo, que la literatura y el cine solo pueden llevarse con pasión y disciplina, esas cualidades que te permitieron ejercer más de 50 años de crítica y publicar una veintena de libros.

Admiré (admiro) tu sentido del humor, irónico, ácido, negro, que intento imitar, con tu consentimiento; admiré (admiro) tu coherencia, esa línea rectísima de pensamiento y actitud que te trajo- sin que te importara- malquerencias e incomprensiones; admiré (admiro) tu solidaridad auténtica, no la que espera “el cielo prometido” ,sino es a que surge naturalmente del corazón de los hombres ante la tragedia, como la practicada por los personajes de Camus en La peste; admiré (admiro) tu humildad, la disposición a compartir conocimientos y experiencias con quienes comenzamos el oficio, y ese casi desprecio por el elogio y el reconocimiento; eres importante, lo sabías (lo sabes)pero para ti ganar un premio (y ganaste muchos, los más altos) era como jugar dominó los lunes o escuchar jazz cualquier noche; sabías (sabes) que lo fundamental es meter los pies debajo del escritorio, tomar el lápiz o pulsar el teclado, e imaginar mundos.

Tal vez nos veamos por ahí, aunque sabemos que esa es una hipótesis improbable; confío más en el recuerdo, y como el pequeño Salvatore de Cinema Paradiso, miraré los pedazos editados al azar de nuestras vivencias para repasarlas de vez en cuando y de 9 a 11, que es cuando suele vencerme la nostalgia.

Si has llegado a algún sitio (hipótesis nula), espero que haya un buen cine donde exhiban películas de Truffaut, Bergman y Woody Allen. Si ponen una de Robertico, sabré que no estás en el cielo.


Me harás mucha falta. Hasta siempre, amigo del alma!

Luis Martín Gómez
14 de julio de 2017