domingo, 30 de agosto de 2015

‘Un vals para Mónica’



Lo normal, en el mundo de las historias cinematográficas, es que cuando nos dicen “vamos a ver tal película, es un biopic”, usted inquiere sobre el  tal y le dicen que cuenta la vida o parte de la vida de algún famoso, léase Beethoven, Napoleón, Bolívar, Duarte (este, con muy mala suerte), Cantinflas o Chaplin, o sea, que es alguien conocido por mucha, mucha, mucha gente.
Pero en el caso que ahora nos ocupa, “Un vals para Mónica”, se trata de la vida de una cantante sueca llamada Mónica Zetterlund, a quien no conocíamos, pero que, todo parece indicar, fue un ídolo en su país, Suecia, en lo que a jazz se refiere, y llegó a cantar en USA con personalidades del gran mundo de esa inspirada música como Bill Evans, uno de los más destacados pianistas de los años 60 y 70.
La vida de Mónica puede que no tenga tanto interés como la de algunos de los antes citados, pero no deja de ser interesante. Nacida y criada en un pequeño pueblo de Suecia, empleada en una central telefónica (no como las actuales, aquellas de enchufa y habla y luego comunica), reunía aptitudes para cantar y, como tal, hacía giras por los pueblos de los alrededores con una banda de jazz local en la cual ella y una amiga eran las cantantes. Una acotación antes de seguir: en aquellos años, quienes cantaban en jazz lo hacían en inglés, no importa de donde era la banda, si Brasil, si Japón, si España o Suecia. Y cierta vez que Mónica fue a cantar contratada a Nueva York en Navidad, en un restaurante se encontró con la sin par Ella Fitzgerald y le pidió si la dejaba cantar para ella, para Ella, y le cantó, le cantó en inglés una pieza que mencionaba Miami, a lo cual la otra le esperó: “¿Tú has estado en Miami? Y cuando Mónica le dijo que no, entonces le dijo algo que determinó la carrera de Mónica: “Si no has estado en Miami, entonces no puedes sentir lo que estás cantando; trata de cantar sobre lo que conoces”.

domingo, 23 de agosto de 2015

El agente de C.I.P.O.L.



No lo vamos ahora a negar: pasamos buenos ratos viendo “The man from UNCLE” en la TV entre los años 1964 y 1968. Robert Vaughn, como el CIA Napoleón Solo, y David McCallum, como el soviético Ilya Kuryakin se desempeñaban con cierta soltura y carisma como los dos agentes secretos de naciones enfrentadas que resolvían casos peligrosos.
Ahora, 47 años después, nos llegan otros chicos un tanto más sofisticados en sus roles: Henry Cavill (el Superman más reciente) es Solo, y Armie Hammer es Ilya, que cambia el algo esmirriado físico de McCallum por un fornido mozo propenso a ataques psicóticos.
Pero lo historia, en resumidas cuentas, no se sale demasiado del trillo surcado por las creadas por Sam Rolfe en el pasado. Estamos en 1963, Berlín está dividida en dos sectores por el famoso muro, y Solo entra a esa zona prohibida como cualquiera de nosotros iría a Villa Mella o a Honduras. La bomba atómica es el arma temida y ansiada y, como ambas potencias la tienen y en buena cantidad, resultaría imposible que se unieran para quitársela los unos a los otros. Por esa razón tiene que existir, entonces, un malo que sea peor que los rivales ideológicos, que resulta ser un italiano cuya hermanita, bonita por supuesto, es la verdadera villana del grupo, muy a pesar de las ansiedades de extorturador nazi con cara de loco simpático con su silla eléctrica propensa a averías convenientes.
http://www.listindiario.com/entretenimiento/2015/08/22/385116/el-agente-de-c-i-p-o-l-

‘Mientras somos jóvenes’

La vida es una y no podemos determinarla, parece decirnos Noah Baumbach en este filme, “While You Are Young”, así como tampoco podemos volver atrás y tratar de ser lo que no fuimos. Baumbach, el autor de la estupenda “The Squid And The Whale”, que también incide sobre los problemas intrafamiliares de gente común y corriente, nos presenta ahora a Josh, documentalista, y a su esposa Cornelia.
Ambos pasan de los 40, ambos viven más o menos cómodamente, pero la tormenta asoma: sus amigos contemporáneos les frotan en las narices a sus hijos pequeños, y ambos sufren por no haberlos tenido, pero tampoco deciden tenerlos en el presente. Además, Josh está embarrado en el documental que está haciendo, no le encuentra salida, pero además tiene problemas de dinero y se niega tercamente a buscar la ayuda del padre de Cornelia, veterano documentalista triunfador.

Nada es fácil para ellos porque de nada vale ya arrepentirse por lo que no hicieron. Claro, puede decirse, como muy bien lo expresara hace poco Inés Aizpún, que en el mundo existe todo tipo de mujeres, que no todas tienen que ser madres abnegadas, que algunas quieren ser profesionales, otras combativas, etc. Pero el problema para Cornelia es llover sobre mojado: no puede dar marcha atrás.

domingo, 16 de agosto de 2015

‘Pueto pa’mi’, eta no e' pa'mi

No, decididamente esta película no es para mí, y no lo es, primero, porque después de tantos y tantos años leyendo y escuchando música no estamos muy dispuestos a aceptar que eso que cantan Renzo Comando y Aníbal, los personajes centrales de este historieta, es, realmente, música.
Pero, además, ya dejando a un lado tales consideraciones estéticas, porque esta historia, que se supone debería ser dramática, resulta tan desabrida que apenas da deseos de alguien se levante en alguna esquina de la pantalla y grite algo como “¡hay, vamo a dejá eta vaina!”.

Realmente no se comprenden los “giros” del relato: que Aníbal empieza en Puerto Rico para poder meter a Denise Quiñones cuando él vuelve nadie sabe por qué (puede ser por morriña pura, pero no se dice), que entonces Anel (la Denise) también viene a Dominicana para que usted sepa que se van a juntar yÖamor, amor, amor. Que el Renzo anda asaltando mujeres con su amigo en un motor pero eso no es lo que quiere, pero de buenas a primeras el amigo recibe un fajo de billetes que no se sabe de dónde sale y entonces graban un CD. Mientras, Aníbal también graba y usted, amigo espectador, ya sabe que, de una u otra manera, ambos van a triunfar esplendorosamente.

‘La isla mínima’: muy buen ”thriller” a la española

Al parecer, según algunos entendidos, cuando un director español, en este caso Alberto Rodríguez, hace una película como la presente, en la cual dos detectives españoles investigan las actividades de un asesino en serie español, eso está mal porque, caramba, no están haciendo cine español sino imitando, copiando a Hollywood.
Si seguimos al pie de la letra esa teoría, entonces resulta que, como los de Hollywood se fueron adelante haciendo cine, cuando alguien, como Amenábar, hace una película de suspense, está copiando a Hitchcock, y si hacen un western a John Ford.
Pero resulta y viene a ser que cuando los del norte hacen un “thriller”, lo hacen porque en su nación hay asesinos, hay ladrones, hay estafadores, hay violadores y hay traficantes de drogas y violadores, o sea, el elemento humano necesario para eso del de hacer el tal tipo de cine.
Y, decimos entonces, en Inglaterra, en Francia, en España, en Argentina, en México, y hasta en nuestro propio país, ¿no tenemos (por desgracia) todos esos elementos? Por supuesto que los tenemos, y si los tenemos, ¿por qué carajos no podemos llevarlos a las imágenes?

Parece ser que para hacer cine los españoles tienen que seguir haciendo lo mismo que Saura, que Berlanga, que Buñuel y demás, o sea, que no pueden salirse del trillo de sus mayores, que tienen que seguir siendo “castizos” y olé.

sábado, 8 de agosto de 2015

‘Conducta’

Vimos este filme cubano con guión y dirección de Ernesto Daranas hace ya algunos meses, razón por la cual nuestro análisis no es tal, es pura memoria.
Sí recordamos que nos gustó, que la historia de ese chico de 12 años en La Habana, Chala, es interesante, pero que apenas se distingue de otros filmes con historias sobre niños problemáticos en que este, por supuesto, es cubano, y sus problemas, por esa razón, difieren un tanto de otros chicos en películas europeas o norteamericanas.
Pero, insistimos, niños con madres dipsómanas, pobres, casi todo el tiempo en la calle, son cosa común en el cine.

Pero, eso sí, Daranas la escribió a conciencia porque conoce su país y a sus niños y, como es cosa normal en el cine cubano, las alusiones a la podredumbre del régimen abundan y no demasiado solapadamente. Armando Valdés Freire, el chico que hace de Chala, lo hace muy bien, pero el personaje que se luce es el de la maestra veterana que lucha por sacar a esos niños del agujero en que viven, agujero por su pobreza, agujero por su escape de la vida normal, por el negro destino que le espera de seguir el camino que lleva; Alma Rodríguez es estupenda como Carmela.

‘Donde el corazón te lleva’

“Black or White” tiene guión y dirección de Mike Binder. Realmente, nos equivocamos porque viendo los avances creímos que era otra historieta para adolescentes inmaduros de esas que están de moda.
Pero no: es peor. Quiere ser un filme que grita contra el racismo, pero no es más que una chulería boba de la cual se van a burlar los sañudos fanáticos.

El abuelito bueno (Kevin Costner, otro que acepta su edad) que sufre y bebe como cosaco porque primero pierde a la hija amada y luego a la esposa amada, y no quiere perder a la nieta amada.

Los 4 Fantásticos: estruendosa … y vendrán más

Por supuesto que es estruendosa. En verdad, este tipo de aventurillas creadas por la mente $$millonaria$$ del señor Stan Lee son las precursoras, las que dieron origen real a ese nuevo sonido capaz de reventarte los tímpanos si te toman descuidado: el Dolby-Atmos, una especie de sono-show que es apropiadamente anunciado un par de veces durante la interminable tanda de comerciales como una especie de preludio y advertencia a lo que habrá de venir.
Ahora bien, si nuestro único problema con estos “fantásticos” (por toda esta introducción habrán ya colegido que no es mucho lo que tenemos que decir sobre ellos) fuera el sonido, entonces podríamos felicitarnos.
Porque resulta que esta historieta es apenas la introducción de esa muy extensa serie que habrá de caernos durante los próximos años para felicidad de ese Lee ya multimillonario, y que, como fieles asistentes a las salas de cine todos los jueves, habremos de engullirnos porque son plato principal de millones y los nuestros no son diferentes a los demás.
Sobre la historia que cuenta esta versión, viene siendo, en puridad, lo mismo que vieran en 2005, cuando se hizo aquella que vimos pero que, para hacer espacio con otros contenidos más estimulantes, sacamos a la fuerza de nuestro cerebro, por lo cual, y podemos jurarlo, no recordamos ni un par de minutos.

sábado, 1 de agosto de 2015

‘Misión: Imposible-Nación secreta’

Hace unas cuantas semanas, en el programa “Cineasta radio”, hablábamos sobre parodias en el cine, y un oyente intervino opinando que, para él, las películas de James Bond, todas ellas en términos generales, eran parodias.
Con delicadeza le especificamos que, buenas o malas, esas cintas no podían ser calificadas como parodias porque las historias que narran son, aunque exageradas todas en sus aventuras e incidentes, tomadas y presentadas muy en serio: por ejemplo, no puede ni soñarse que una escena en la cual a Bond le golpean por sus partes con un látigo terminado en bolas metálicas puede ser tomada con algo risible.
Si lo piensan un poco, todas estas películas que devienen de la popular serie de TV “Misión imposible”, creada originalmente por Bruce Geller, ofrecen el mismo estilo, la misma tesitura de las de Bond.
Sin embargo, se nos hace difícil recordar alguna de las más de 20 del 007 que haya ofrecido tantos detalles tremendamente inauditos como las de Ethan Hunt.
Y, si vamos a comparaciones entre estas mismas, la presente, “Mission: Impossible-Rogue Nation”, es, muy probablemente, la más estrambótica en sus planteamientos.
¿Por qué razón se exagera tanto? Pues la respuesta es relativamente sencilla: cuando usted hace una cinta de acción con un héroe en particular, a través del relato ese personaje acomete numerosas hazañas que le colocan siempre al borde del colapso, de la extenuación, de la misma muerte. Son acciones exageradas, muy distantes de las capacidades de un ser normal. Eso es empezando.

‘La dama de oro’

Esta historia parte de la vida real: durante los años aciagos de la Segunda Guerra Mundial, los nazis barrieron de todos los países que quedaron bajo su férula con cientos y cientos de formidables obras de arte, esculturas y pinturas. Se las llevaban, por supuesto, de los museos, pero también de las residencias particulares. La idea era construir en Berlín un gigantesco museo en honor a Hitler.
Pues “La dama de oro”, además de ser el título de este film, es también una valiosísima pintura original de Gustav Klimt que, originalmente, era propiedad de la familia judía Altman, cuyos miembros, casi todos, fueron aniquilados durante la conflagración o en los campos de concentración.

Y el relato cuenta cómo Maria Altman, nieta de los propietarios originales, se moviliza para recuperar esa pintura titulada realmente “Portrait of Adele Bloch-Bauer”, ya en los años 2000, trasladándose a Austria con su abogado, Randy Schoenberg, y ayudada en Viena por Hubertus Czemin, un periodista acucioso y esforzado.